UN DÍA EN LA VIDA DEL DALÁI LAMA

UN DÍA EN LA VIDA DEL DALÁI LAMA

La gente me pregunta a menudo sobre mi agenda y mi práctica de dharma. Como practicante soy muy pobre, pero trato de mantenerla porque estoy convencido de que la práctica del dharma es el camino hacia la paz y la feli­cidad. En Dharamsala, India, donde vivo, me despierto a las tres y media de la mañana e, inmediatamente, visualizo al Buda y recito un verso de homenaje compuesto por Nagarjuna (MMK 27.30):

"Entusiasmado por la gran compasión, enseñaste el sublime dharma
para disipar todas las visiones [erróneas]. Ante ti, Gautama, yo me postro."

A veces, cambio la última línea del verso y digo: "Pueda verme inspirado por el Buda Gautama". Este verso es especial­mente significativo para mí porque señala la motivación compa­siva del Buda, que le llevó a identificar la ignorancia como la causa de duhkha y, después, a alcanzar la sabiduría que com­prende la naturaleza última que disipa la ignorancia. La ignoran­cia no es una mera ausencia de conocimiento, es una aprehen­sión distorsionada que toma como existente lo que no existe - la existencia inherente o esencial. Después, la bodichita lo mo­tivó para acumular mérito, purificar su mente y escuchar, con­templar y meditar en el dharma. De este modo, se convirtió en un maestro iluminado con la habilidad para liberar a los seres conscientes dándoles enseñanzas inmaculadas.

Reflexionando así, aumento mi confianza en el Buda y en el sendero que practico para transformar la mente. También me ayuda valorar mi preciosa vida humana con tantas cualidades afortunadas: vivo en un lugar y en un momento en el que ha aparecido un buda, cuyas enseñanzas todavía perduran y tengo fe en cosas nobles como la conducta ética, la concentración y la sabiduría. Recordar esto a diario me mantiene con una actitud alegre, inmune a la depresión y al desánimo.

Tras recitar este verso tres veces, visualizo al Buda Vajradhara disolviéndose en mí e inspirando mi mente. Esto me aporta un sentimiento de valor y de disposición para perseverar en mi prác­tica. Después, genero la bodichita y me recuerdo que podré, con toda seguridad, ir viendo la transformación  en mi inte­rior, por pequeña que sea. Esto me anima a regocijarme en mi virtud y a seguir practicando.

Para despejar la niebla del sueño en mi mente, recito el man­tra de Manyushri, Om a ra pa  sha na dhih, y después recito dhih tantas veces como pueda en una sola exhalación, imaginando que la sabiduría de Manyushri bajo el aspecto de la sílaba dhih se absorbe en una dhih en la parte de atrás de mi lengua. Mien­tras medito en Manyushri de esta manera, reflexiono en las cua­tro verdades de los aryas, especialmente en el poder liberador de los senderos verdaderos y en la paz que surge de hacer realidad las cesaciones verdaderas.

Después empiezo las postraciones y las recitaciones diarias, seguidas por una rápida meditación en la que recito y contemplo secuencialmente los versos que ofrecen un esquema completo de las etapas del sendero a la Iluminación. Después, hago una me­ditación formal, principalmente una meditación analítica para aumentar mi comprensión de las enseñanzas del Buda. En este momento, dirijo mis esfuerzos fundamentalmente a la meditación sobre la relación dependiente, así como a la compasión y a la bodichita. También hago una práctica tántrica del yoga de una deidad, que implica transformar la muerte, el estado inter­medio entre una vida y la siguiente y el renacimiento en los tres cuerpos de un buda.

Continúo meditando, haciendo breves descansos, inclu­yendo el desayuno y ejercicio, hasta las ocho y media de la ma­ñana. Si no hay trabajo en la oficina, entonces estudio textos de dharma. Me encanta leer los tratados y comentarios indios y tibetanos muchas veces, y cada vez descubro algo nuevo en ellos.

Hay un proverbio tibetano que dice: "Sí lees un libro nueve veces, tendrás nueve comprensiones". Puesto que esta ha sido mí experiencia, seguiré haciéndolo hasta el final de mi vida y recomendando a los demás que hagan lo mismo.

A menudo mi estudio es interrumpido porque se me necesita en la oficina. La comida es justo antes del mediodía y después vuelvo a la oficina a trabajar. Las tardes están repletas de citas, una detrás de otra. Como monje budista, no ceno, y alrededor de las ocho y media de la tarde me voy a dormir. Duermo muy profundamente, sin tomar pastillas para dormir, y disfruto de una meditación muy calmada.

Una enseñanza de los maestros kadam denominada "las cua­tro confianzas" toca de manera especial mi corazón.

"Confía tu mente a la práctica del dharma.
Confía tu práctica de dharma a la vida de pobreza.
Confía tu vida de pobreza a la muerte.
Y confía tu muerte a una cueva vacía."

Estas líneas hablan de entregarnos completamente al desarro­llo de las dos bodichitas, la convencional y la última, haciendo de ellas la actividad más importante de nuestras vidas, de tal ma­nera que estemos dispuestos a entregar toda la energía de nuestra vida a este propósito, desde ahora hasta que muramos. Renun­ciando al aferramiento a las ocho preocupaciones mundanas, nuestra mente experimenta mucho gozo y satisfacción. Con la libertad que supone, el dharma hace que el dinero y la repu­tación no nos preocupen.

Cuando reflexiono en este verso, se me saltan las lágrimas porque es mí más elevada aspiración. También refleja los grandes desafíos de mi vida equilibrar el desa­rrollo de la meditación y beneficiar directamente a los demás en esta vida. Ambos son aspectos de la práctica del dharma y de nuestro desarrollo interior. Las necesidades apremiantes de la gente ahora mismo son muy importantes, pero la práctica medi­tativa me atrae, y la necesidad de profundizar en mi propia práctica para poder beneficiar más a los demás es también esen­cial. Quizá algunos de vosotros también tenéis esta tensión en vuestras vidas.

Algunas veces, puedo hacer un retiro. Entonces practico la visualización de deidades y mandalas y la recitación de mantras, pero, principalmente, leo y contemplo los grandes textos indios. Poder estudiar y reflexionar en el significado de estos magníficos textos es un gran regalo para mí.

 

Progreso gradual

Igual que el Buda pudo de modo gradual transformar su mente, nosotros podemos también. En mi propia vida, veo el progreso desde que era un niño hasta ahora. Dado que he crecido en una familia budista y en un país budista donde todo el mundo repe­tía "Tomo refugio en el Buda", tengo fe en el Buda desde que era joven. Aunque en aquella época no tenía mucha compren­sión de las enseñanzas del dharma, sabía que el Buda era un ser humano extraordinario.

Llegué al Palacio del Potala, en Lhasa, cuando tenía cinco años, y empecé mis estudios cuando tenía siete. Mi hermano mayor y yo estudiábamos juntos bajo la supervisión de nuestro tutor, pero, como todo chico joven, me gustaba jugar. El tutor tenía un látigo, así que estudiaba por miedo. En realidad, el tutor tenía dos látigos: un látigo normal y un látigo de oro para golpear a una persona santa. ¡Pero allí no había dolor santo!

Cuando fui un poco más mayor, empecé a estudiar el Lam Rim, las etapas del sendero. Esto me suscitó un tremendo interés por el Budadharma y aumentó mi confianza en las Tres Joyas como refugios auténticos. Cuando tenía quince o dieciséis años, creció mi entusiasmo por la práctica del dharma. Algunas veces, cuando recibía enseñanzas o meditaba me sentía muy conmo­vido por el dharma.

Mi educación implicaba memorizar textos raíz y escuchar las explicaciones "palabra por palabra" de mis maestros. Fui adiestrado por siete maestros de debate de diferentes colegios monásticos. Mi maestro mongol de debate estaba especialmente interesado en el tema de la vacuidad, así que, como preparación para mis exámenes de Guese entre 1958 y 1959, estudié muchos textos sobre ese tema. Planeaba visitar el sur del Tíbet en una peregrinación tras mis exámenes, en marzo de 1959, y quería estudiar Esencia de la elocuencia (Drang nges legs bshad snying po), de Tsongkhapa. Sin embargo, el diez de marzo todo cambió: huimos del Tíbet y nos convertimos en refugiados de la India. Llevé varios textos conmigo -Implicarse en las acciones del bodi­satva, de Shantideva; Gran tratado sobre las étapas del sendero, y Esencia de la elocuencia, de Tsongkhapa, entre otros textos, y los estudiaba siempre que me era posible.

En mis últimos veinte años en el Tíbet y en mis primeros treinta años en Dharamsala, estudié, contemplé y medité en la vacuidad más seriamente. Llegué a estar más convencido de la posibilidad de alcanzar el nirvana, y mi confianza en las Tres Joyas -las cesaciones verdaderas y los senderos verdaderos- se hizo más profunda. Esto me llevó a ver la Sangha -los seres que han experimentado este dharma directamente- como algo mag­nífico, y aumentó mi admiración por ellos. Este giro me ayudó a desarrollar una fe más profunda y genuina en el Buda como nuestro maestro. En aquel momento surgió en mi mente el pen­samiento de que, si podía hacer realidad el nirvana, ¡podría tener un largo y gozoso descanso!

Aunque tengo un gran respeto por la bodichita y este no es un tema difícil de entender, generarla de verdad parece desa­fiante. Mi experiencia me confirma lo que dicen los grandes maestros: "La vacuidad es difícil de entender, es especialmente difícil mantener el punto entre la apariencia y la vacuidad y es­tablecer la eficacia de causa y efecto en un mundo que es mera­mente imputado, y que carece de cualquier existencia por su pro­pio lado. Sin embargo, cuando pensamos en la vacuidad y en la relación dependiente durante cierto tiempo, se vuelven más cla­ras, y obtenemos cierta sensibilidad y confianza hacia ellas. La bodíchita, por otro lado, es fácil de comprender, pero difícil de experimentar. Sin embargo, no hay otra opción, tenemos que esforzarnos".

Nosotros, los tibetanos, tenemos la tradición del "ofreci­miento de las realizaciones espirituales de los estudiantes al maestro", en el que compartimos nuestra comprensión del dharma con nuestros maestros espirituales. A finales de los se­tenta y principios de los ochenta, tuve varias oportunidades de encontrarme con mi tutor principal, Ling Rimpoché, en las que conversamos concretamente acerca de mi comprensión de la va­cuidad. En un momento dado, escuchaba con mucho cuidado, y, a continuación, dijo: "Pronto llegarás a ser un yogui del espa­cio", que significa alguien que ha comprendido y experimentado la vacuidad.

Incluso durante mis sueños a menudo debatía con alguien sobre el dharma, o meditaba en la vacuidad o la bodichita. En los últimos años he tenido más interés y entusiasmo en com­prender la vacuidad, y esto me ha traído una mayor convicción y experiencia. Una vez leí en un texto: "La persona es mera de­signación", y me sacudió una sensación como de electricidad. Pensé que a lo mejor esto era la ausencia de existencia esencial o inherente. Cuando me enfocaba en el yo, podía comprobar que era meramente designado, pero cuando me enfocaba en los agre­gados, la experiencia no era la misma. Esto indicaba que mi ex­periencia era la ausencia de una persona autosuficiente y sustan­cialmente existente, y no la de la vacuidad de existencia inherente.

Hoy mi comprensión de la ausencia de existencia inherente o esencial ha mejorado, y esto me ha ayudado en gran medida a reducir la intensidad y la frecuencia de las aflicciones, especial­mente del apego y del enfado.

Comprender la vacuidad no tiene efectos adversos en la práctica del auténtico amor y compasión, porque estos no están dirigidos por la ignorancia. De hecho, comprender la vacuidad impulsa nuestro altruismo permitién­donos reconocer el sufrimiento de los seres conscientes con más claridad. La contemplación de la vacuidad y la compasión son el eje central de mi práctica diaria.

No tengo expectativas de que una comprensión o una expe­riencia más profunda surjan de un periodo de tiempo breve. Son necesarios diez, veinte, treinta o más años de práctica, pero el cambio definitivo sucederá cuando hagamos un esfuerzo cons­tante. Alguno de vosotros puede no llegar a vivir otros veinte o treinta años más, pero si pones atención y te familiarizas con la vacuidad y la bodichita, dejarás muchas impresiones positivas sobre este tema en tu consciencia sutil. Lo he comprobado en mi propia experiencia. Algunos temas del budismo son fáciles de entender para mí, pero cuando los discuto con algunos ancianos eruditos, estos mismos temas pueden parecerles difíciles a ellos. Esto indica cierta familiaridad con estos temas en mis vidas pre­vias. Así que, incluso si eres viejo ahora, cualquier impresión po­sitiva de estudiar y contemplar que pongas en tu continuo mental, aunque solo sea durante unos pocos meses o años, te la llevarás a tu próxima vida y te beneficiará.

Todas las acciones virtuosas que hagas ahora ciertamente te permitirán tener un renacimiento humano y vivir en un am­biente ético, en el que hay más oportunidades para aprender y practicar las enseñanzas del Buda. Los que sois viejos como yo, no deberíais poneros excusas pensando que ahora ya sois muy mayores y que ya no se puede hacer nada. El resultado de pensar así será que no lograréis nada. Así que, por favor, poned tanto esfuerzo como podáis mientras tengáis esta preciosa vida.

Los que sois jóvenes tenéis más tiempo para estudiar y prac­ticar. Pensad seriamente acerca de lo que es verdaderamente im­portante en vuestra vida y esforzaros en el dharma. Por su­puesto, si practicáis o no depende de vosotros. Sí tenéis un inte­rés genuino, la práctica es muy provechosa. Por favor, pensadlo seriamente.

Algunos seguidores de otras religiones o tradiciones espiri­tuales podéis leer este libro por curiosidad. Por favor, seguid con vuestra práctica actual. El Buda nunca impuso sus creencias a nadie. Cada individuo tiene completa libertad para seguir cual­quier religión que él o ella elija, o para no seguir ninguna fe en absoluto. Pero hagas lo que hagas, sé un ser humano amable.

En Montserrat, en España, me encontré con un monje cató­lico que había pasado cinco años meditando en las montañas detrás del monasterio. Me dijo que su práctica principal era me­ditar en el amor. Cuando le miraba a los ojos, en ellos había un sentimiento especial. Lo admiro y lo respeto enormemente. Su vida enseña que, si meditamos durante cinco años, con toda se­guridad se producirán resultados. Igualmente, si nos esforzamos cada día en adiestrar nuestra mente, subyugaremos el mono sal­vaje de nuestra mente.

 

Desarrollar la bodichita

En 1959, vino a visitarme Khunu Lama Rimpoché. En aquel momento, me dijo que su práctica se centraba en la bodichita, especialmente en el texto Implicarse en las acciones del bodisatva, de Shantideva. Por aquel tiempo, yo también había aprendido de un breve texto que había escrito Khunu Lama Rimpoché, La lámpara preciosa: Una alabanza a la bodichita ( Byang chub sems kyi bstod pa rin chen sgron ma) , y sabiendo que mi gurú, Ling Rimpoché, también había recibido enseñanzas suyas, en 1967 le pedí que me diera la transmisión oral de ese texto. Mientras él estaba leyendo La lámpara preciosa, se me saltaban las lágrimas.

A los veinte años valoraba la bodichita, pero parecía muy lejana. En 1967, con el permiso de Ling Rimpoché, le pedí a Khunu Lama Rimpoché que me diera instrucciones sobre Impli­carse en las acciones del bodisatva. Después de aquello, sentí la bodichita más cercana, y se hizo evidente que el egoísmo es la base del miedo y de la desconfianza. Por el contrario, si cuidamos de los demás sinceramente, incluso los fantasmas y los espíritus nos mostrarán gratitud.

Cuando nuestra actitud básica es al­truista, aunque aparezca el enfado, se marcha enseguida. Es como si nuestra mente tuviera un sistema inmunológico fuerte que la protege de la enfermedad de las aflicciones. Por aquel entonces también estaba estudiando otro texto ma­ravilloso, la Guirnalda preciosa, de Nagarjuna, y unos cuantos tex­tos complementarios, y cada día pensaba en ellos y meditaba. Dado que ya sentía una fuerte admiración por Nagarjuna, al ha­ber contemplado sus enseñanzas sobre la vacuidad, incluso leer un breve pasaje de sus enseñanzas tiene un profundo impacto en mí.

De los treinta y tres grandes textos clásicos, he recibido la transmisión oral de Ornamento de las realizaciones claras, de Mai­treya, y del Suplemento al camino medio, de Chandrakirti, de Ling Rimpoché. Recibí la transmisión oral de los otros once tratados de Khunu Lama Rimpoché. Además de ser un gran practicante, al tiempo que humilde, era un erudito y un destacado maestro. Sus enseñanzas eran muy precisas y podía recitar fácilmente mu­chos fragmentos de las escrituras. Cuando le pregunté cómo había recibido su adiestramiento, me dijo que, cuando estaba en Kham, Tíbet, pensaba que los textos debían "dejarse atrás", en el sentido de no aferrarse a los libros físicos, aunque él estaba indudablemente inmerso en su significado y había tocado su co­razón. Sus traducciones tanto del tibetano como del sánscrito eran impecables. Cuando recibí de él enseñanzas sobre la obra de Shantideva, decía a menudo: "Aquí, la traducción tibetana es errónea. En el original sánscrito dice...". He hecho aquellas co­rrecciones en mi propio texto y las incorporo ahora cuando en­ seño esta obra.

Mi maestro Ling Rimpoché era muy amable conmigo. Me animaba en mi práctica diciéndome que, si me esforzaba, obten­dría logros espirituales. Pero si fuera a ver a Ling Rimpoché ahora, le tendría que confesar que aún no he alcanzado aquellos logros, a pesar de que han pasado muchos años.

Hacia 1970, mi sentimiento de la bodichita se hizo más ín­timo. Después de algún tiempo, me convencí de que, si tenía suficiente tiempo para meditar, llegaría a ser un bodisatva en esta misma vida. Sin embargo, no tengo suficiente tiempo. Esta es mí excusa. Pero para aquellos con tiempo suficiente, ¡no hay excusa!

Sigo recibiendo enseñanzas sobre la bodichita y haciendo meditación analítica en ella. A veces, cuando medito sobre la bodichita en mi habitación, estoy tan profundamente conmo­vido que empiezo a llorar. Durante un periodo de mí vida, podía hacer sesiones largas de meditación sobre la bodichíta y la va­cuidad y casi todo el día tenía fuertes experiencias y estaba muy emocionado. Al final de Esencia de la elocuencia, Tsongkhapa dice que, cuando reflexiona profundamente en lo que ha apren­dido, su fe en el Buda aumenta mucho más. A veces, recordar la amabilidad de los maestros de Nalanda lo abruma, y lo lleva a sentir un gran aprecio por las enseñanzas sobre la vacuidad. Otras veces, reflexionar sobre el sufrimiento de los seres cons­cientes lo abruma con una fuerte compasión. Comenta que es como si estos dos sentimientos estuvieran compitiendo uno con otro. Aunque yo no tengo las cualidades de Tsongkhapa, tam­bién a veces me siento afectado como él cuando reflexiono en la vacuidad y en la bodichita.

Ahora, cuando enseño sobre la bodichita, me siento muy conmovido. Esto significa que mi mente está más receptiva y que se ha hecho más cercana a la bodichita. En comparación a cuando tenía quince años, mi comprensión acerca de esos temas ha cambiado considerablemente. Esto confirma que existe la po­sibilidad de alcanzar la Iluminación. Debido al conocimiento, el análisis y alguna experiencia, mi fe en las Tres Joyas es firme y profunda. Las maravillosas enseñanzas del Buda sobre el al­truismo infinito y la sabiduría de la realidad son, de hecho, una tradición viva. Sin embargo, mi experiencia del tantrayana es in­suficiente.

Durante un tiempo, cuando meditaba en las prácticas tántri­cas como Guhyasamaja, me enfocaba en el estado de generación, que implica disolverse uno mismo en la vacuidad y resurgir como la deidad. Trataba de mantener una continuidad estable de esta visualización y desarrollar concentración unipuntuali­zada en ella. Cuando reflexiono en el yo, me adiestro en pensar inmediatamente en mí mismo como si fuese la deidad, sin nin­gún pensamiento o apariencia del yo ordinario. Esta es la prác­tica de desarrollar la apariencia divina y la identidad divina.

Pero, a finales de 1970, pasé a estar muy ocupado con mis responsabilidades hacia mis estudiantes y la comunidad tibetana. Debido a la falta de tiempo, tuve que suspender mis largas sesio­nes de meditación, y ahora he vuelto atrás, a mi nivel de expe­riencia anterior. Nací en 1935, ya soy viejo. Quizá es demasiado tarde para practicar mucho más. La comunidad tibetana en el exilio ha elegido un gobierno, y quiero que ellos lleven todas las responsabilidades gubernamentales y administrativas. Final­mente, en el 2011, pude renunciar a mi cargo en el gobierno con la esperanza de tener más tiempo para la práctica.

Pero, aun así, tengo muchos visitantes y citas. No me puedo negar a reunirme con los tibetanos que han soportado tantas di­ficultades para venir desde el Tíbet a verme. No puedo ignorar­los y decir: "Estoy de retiro", cuando han arriesgado sus vidas durante todo el viaje para venir a verme. El propósito de hacer retiros es beneficiar a los demás. Reunirme con estas personas les aporta algún beneficio, así que es parte de mi práctica. Pienso que el resto de mi vida va a seguir así. Aunque me siento triste por no tener la oportunidad de hacer más retiros, mi gran fuente de inspiración es el verso de Shantideva (BCA 10.55):

"Mientras el espacio perdure,
y mientras permanezcan los seres conscientes, que pueda yo también permanecer
para eliminar el sufrimiento del mundo."

Si alcanzo o no alcanzo la Iluminación en esta misma vida no tiene importancia. Como mínimo, debo beneficiar a los demás, especialmente cuando tienen problemas. La bodichita me im­pulsa a hacerlo.

El Primer Dalai Lama, Gendun Drup, pasó mucho tiempo en retiro. Durante ese tiempo, tenía visiones de Tara Blanca y Tara Verde, y les escribió muchas alabanzas conmovedoras y sig­nificativas. Tras el retiro empezó a hacer muchos trabajos. Algu­nos de ellos eran difíciles y requerían mucho tiempo: dio ense­ñanzas a diario sobre distintos textos a sus estudiantes y estable­ció el Monasterio de Tashi Lhunpo, en Shigatse. En aquella época, ya era un anciano monje con el pelo blanco y un bastón, pero fue el arquitecto y el responsable de supervisar la construc­ción del monasterio. También envió a personas para que reco­lectaran donaciones para poder construir el monasterio. Des­pués, a pesar de su edad, como director del monasterio, dio ins­trucciones para el funcionamiento diario del monasterio y la dis­ciplina de los monjes.

Naturalmente, algunos de sus estudiantes crearon problemas. En una ocasión, Gendun Drup se exasperó con ellos y les dijo: "Si me hubiera quedado en el Monasterio de Kangchen ya ha­bría desarrollado algunas realizaciones espirituales elevadas. Pero he sacrificado eso para venir a este lugar a ayudaros, a ayudar a la gran comunidad budista y a un gran número de personas". Aunque esto pueda parecer presuntuoso, advirtió a sus estudian­tes de que fueran cuidadosos, tuvieran una perspectiva global y apreciaran que la oportunidad de practicar el dharma depende de los demás.

Un día, hacia el final de su vida, Gendun Drup dijo: "Ahora soy muy viejo". Lo dijo así mismo. Uno de sus discípulos prin­cipales le recordó entonces: "¿Es una profecía de que irás direc­tamente a una tierra pura? ¿Lo harás?".  Gendun Drup le respon­dió: "No tengo ningún deseo de ir a esos lugares elevados. Mi único deseo es ir a lugares con problemas donde pueda servir". ¡Esto es tan maravilloso! ¡Verdaderamente me inspira!

La tradición del Buda es una tradición viva. Si practicamos, podemos transformarnos. Esto no sucede mediante la mera ora­ción, sino mediante la meditación, principalmente haciendo me­ditación analítica. Las prácticas budistas utilizan la inteligencia humana del mejor modo para desarrollar el máximo potencial de un buen corazón.

 

Estar dispuestos a soportar dificultades

Cuando miro la vida de nuestro maestro, Buda Shakyamuni, ad­vierto que pasó por un proceso de desarrollo espiritual. Nació como un príncipe, después abandonó todas las comodidades de la vida de la realeza y se hizo monje para seguir su práctica espi­ritual. Soportó la desaprobación de su padre y las pobres condi­ciones de vida que implicaba su vida errante. También hizo seis años de severa práctica espiritual ascética. Después de esto, llevó a cabo el acto de alcanzar la Iluminación.

Su vida ejemplifica la necesidad de poder soportar las dificul­tades en la búsqueda espiritual. Esto es cierto también en las vi­das de los maestros de muchas otras tradiciones espirituales. El mensaje que nos llega a través de los ejemplos de sus propias vi­das es que nosotros, como seguidores de estos maestros, debemos estar dispuestos a pasar por dificultades y perseverar para hacer realidad nuestras aspiraciones espirituales.

A veces, este pensamiento se queda en el fondo de nuestra mente: "Es cierto, el Buda pasó por muchas dificultades para al­canzar la Iluminación, pero yo no necesito hacer eso. De alguna manera, podré lograr la Iluminación sin tener que abandonar las comodidades y el lujo a los que estoy aferrado".  Aunque no lo digamos, pensar así indica que creemos que somos más afortu­nados que el Buda. Aunque tengamos que pasar por muchas ad­versidades, sentimos que podemos lograr las mismas realizacio­nes espirituales sin tener que vivir como ascetas ni padecer las privaciones como hizo él. Esto es un error.

El Buda enseñó el camino medio, un sendero que evita los extremos del ascetismo severo y de la indulgencia descuidada. Sin embargo, debemos estar dispuestos a abandonar los placeres a los que estamos aferrados si vamos a penetrar la naturaleza de la realidad y abrir nuestros corazones con la bodichita hacia todos los seres. Nuestras prioridades deben estar claras: ¿Qué va­loramos más, nuestra comodidad y seguridad presentes o la libe­ración espiritual? ¿Estamos dispuestos a soportar las dificultades físicas y emocionales de renunciar a nuestros apegos para practi­car el sendero espiritual? Estas son cuestiones en las que debemos reflexionar en profundidad.

Cada uno de nosotros pasará por diferentes contrariedades a lo largo del sendero. Para algunas personas, el desafío no será llevar un modo de vida sencillo, sino soportar las críticas de la familia y la sociedad. Otros tendrán que afrontar el tener que practicar a pesar de los problemas de salud, mientras que otros tendrán que lidiar con fuertes apegos sexuales. Debemos desa­rrollar la fortaleza interior para perseverar en nuestra práctica sin importar el sufrimiento físico, emocional o mental que aparezca en nuestro camino.

 

Mantener un estado mental alegre

Es importante mantener una mente feliz cuando practicamos el Dharma. El optimismo, el entusiasmo y el gozo son necesarios para mantener nuestra práctica. Estos no existen en una mente agobiada por la depresión. La gente me pregunta cómo man­tengo la mente feliz y una conducta relajada a pesar de haber sido un refugiado durante cincuenta años. Una vez una reportera de un periódico me estaba entrevistando y me preguntó por qué no me enfadaba, dado el hecho de que había presenciado tanta destrucción en mi tierra natal y de mi gente. La miré y le con­testé: "¿Pasaría algo bueno si me enfadara? No podría dormir bien ni hacer bien la digestión. Además, mi enfado no cambiaría la situación en absoluto". Supongo que ella pensaba que tenía la oportunidad de contarle al mundo los sufrimientos que atrave­saban los tibetanos bajo el comunismo chino, y estaba asom­brada porque no lo hice.

Aunque a veces podamos experimentar felicidad cuando la mente no es virtuosa por ejemplo, el placer que surge cuando satisfacemos el ansía que teníamos o cuando exigimos venganza hacia alguien que nos ha perjudicado-, esta felicidad no nos ayuda en el sendero hacia la Iluminación y deberíamos abando­narla. En cualquier caso, en lo más profundo de nuestro ser, no pienso que en tales ocasiones seamos real mente felices.

Otras experiencias de felicidad están enraizadas en estados mentales virtuosos. Cuando soy generoso y puedo aliviar la po­breza de los demás, me siento bien interiormente. La habilidad para vivir de manera ética con una actitud no violenta me hace regocijarme y genera una sensación de bienestar. Sentir amor afectuoso hacia los demás aporta placer a la mente, y hacer mis prácticas diarias de meditación, que profundizan mi refugio en las Tres Joyas, me aporta una gran satisfacción interior. También se dice que lograr la estabilidad meditativa inunda la mente de gozo.

A menudo estamos distraídos del Dharma por los estímulos sensoriales visiones atractivas o repulsivas, sonidos, olores, sa­bores o sensaciones físicas. Pero cuando nuestra mente del apego no tiene suficientes estímulos sensoriales, nos aburrimos. Las personas que están involucradas en el mundo externo de los cinco sentidos, generalmente se encuentran en esta tesitura y a menudo están insatisfechos, mientras que aquellos que extraen su felicidad de las cualidades internas la fe, el amor, la compa­sión, la sabiduría, etc. experimentan gozo y alegría. No se ven barridos por los tejemanejes de la gente de su entorno. Demasia­dos estímulos sensoriales nos agotan, y nuestro potencial mental decae. Por esta razón, es mejor observar nuestra mente. No veo la televisión ni navego por Internet, aunque escucho las noticias de la BBC en la radio para saber lo que sucede en las vidas de otros seres conscientes. Escuchar las noticias se vuelve una espe­cie de meditación en el karma y sus efectos, y me inspira a desa­rrollar compasión.

En mi práctica personal, me deshago de los estados mentales insanos que implican cierta clase de placer temporal contami­nado e invierto la energía en desarrollar estados mentales saludables. Esto me permite mantener una mente feliz que es importante para seguir practicando el Dharma - incluso en si­tuaciones difíciles.

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